La Intervención artística urbana trata de emplazar una manifestación artística en un lugar estratégico de la ciudad con dos objetivos muy específicos: el primero es que el universo de transeúntes que circula por el lugar haga contacto visual con la obra, y el segundo es efectuar un cambio, momentáneo o perdurable en la apariencia del entorno de un sector determinado.
La intervención artística urbana busca captar la atención de quienes aprecian el arte y quienes no, ya que si bien el número de personas que acuden a las galerías es una fracción mínima de la población, el que circula por las calles representa a casi la totalidad de esta (exceptuando a presos y enfermos postrados, por ejemplo).
En ocasiones la obra consigue hacer ruido, y en otras se integra tan perfectamente con el entorno que su existencia pasa casi desapercibida.
La intervención artística urbana busca entregar un mensaje en ocasiones explícito (incluso hasta con palabras), y en otras codificado para un sector determinado de la sociedad. Por otra parte intenta efectuar un quiebre entre lo que era el entorno antes de (en su cotidianeidad) y durante la intervención.
El graffiti es la intervención artística urbana que intenta transformar el entorno de un sector determinado mediante el lenguaje de la pintura.
No es un medio convencional o académico, ni tampoco cien por ciento democrático o exento de contradicciones. Por ejemplo, no existe graffiti sin firma, ya que el solo hecho de rayar una muralla es un acto político, y su fin principal es evidenciar una idea determinada que siempre va a remitir a un grupo etáreo determinado. Cuando la firma es explícita esta puede dividirse a su vez en codificada y decodificada. La decodificada es el nombre escrito con palabras propias de nuestro lenguaje, y la codificada es generalmente una palabra transformada hasta tal punto que las letras no se entienden como tal, sino que se imbrican unas a otras para dar paso a un signo distintivo de una persona o colectividad equis. En ocasiones el graffiti consiste solamente en la firma, que en el caso de estar codificada hace que el espectador solo pueda acceder a la mitad del todo de la obra, pues debe quedarse solo con la abstracción de la visualidad y privarse del significado de esta.
Aunque es en la figuración cuando el graffiti muestra su faceta más social, más cercana a la cognición de la gente, al goce estético de los que no van a la galería, es en la abstracción cuando exhibe su mayor riqueza, su lado más soberbio.
Si hubiera que nombrar dos referentes directos para este trabajo estos serían: el muralismo mexicano y Roberto Matta.
Del primero hereda el trasfondo social, la idea primera de valerse de un muro para exhibir un mensaje en gran formato a forma de denuncia generalmente, para que una idea o suceso sea de conocimiento público.
Del segundo hereda el imaginario supraterrenal, el goce de trastocar la forma en pos del color, el intento de evasión del entorno cotidiano mediante el imaginario supraterrenal.
El graffiti entonces es forma trastocada, pero ante todo color en gran formato para ser exhibido ante las masas.
El graffiti es color evidente, color plano sin sombras arrojadas, recibiendo luz casi exclusivamente de una sola fuente emisora: un sol de color blanco. Cada color existe por si mismo sin tener repercusión en su entorno. Los preceptos de los impresionistas no tienen eco en la ordenación de los colores dentro de los márgenes del muro.
El mural invoca a Pollock una y otra vez, tanto en sus virtudes como en sus falencias. La ordenación arbitraria de los colores en Pollock es la ordenación arbitraria de las formas en el graffiti. La gran limitante del graffiti es la factura, de la que Pollock hace gala. Pero Pollock no posee esa estridencia del graffiti, lo que podría ser para algunos un demérito, y para otros una virtud.
Pollock también adopta el gran formato que supera nuestro campo visual más la figuración inexistente. Una impenetrable muralla de colores, es en Pollock una impenetrable muralla de materia. La poética del arte por el arte, es la democratización del goce estético en el graffiti.
En la calle Padre Hurtado, entre San Martín y Cochrane de la ciudad de Concepción existe un gran mural como un gran muro de los lamentos del imaginario callejero. Este gran muro de colores en otrora se extendía a lo largo de dos cuadras, interrumpido por la calle cochrane terminaba finalmente en la calle Chacabuco. El terremoto demolió esta última sección.
El mural callejero, a diferencia del muro norte de la Industria de Detroit, o el mismo mural de la pinacoteca de la universidad de Concepción es tan efímero como la performance. Es una manifestación espontánea con fecha de expiración incierta. Expuesto al deterioro producto de las inclemencias del clima, a las mismas leyes que lo vieron nacer: ser un muro de nadie y por tanto permeable a la modificación, a desaparecer por tal o cual motivo, el mural o su soporte. Punto aparte es la incompatibilidad entre graffiti y propiedad privada, la contradicción que se produce en una revolución cuando esta presenta aspectos que van en detrimento de los civiles, y especialmente el sector humilde de esos civiles.
El mural callejero encuentra su máxima expresión cuando se manifiesta en una pared de nadie y la transforma en una pared de todos. Cuando se materializa como un acto desinteresado en pos del bien común.
Hace algún tiempo atrás y bajo varias capas de pintura se descubrió en Chile un mural que habría pintado Roberto Matta. El pintor de lienzos en cierto momento de su carrera sintió la misma necesidad que invade a los muralistas callejeros, interactuar directamente con la calle, interactuar directamente con la gente.
La intervención artística urbana busca captar la atención de quienes aprecian el arte y quienes no, ya que si bien el número de personas que acuden a las galerías es una fracción mínima de la población, el que circula por las calles representa a casi la totalidad de esta (exceptuando a presos y enfermos postrados, por ejemplo).
En ocasiones la obra consigue hacer ruido, y en otras se integra tan perfectamente con el entorno que su existencia pasa casi desapercibida.
La intervención artística urbana busca entregar un mensaje en ocasiones explícito (incluso hasta con palabras), y en otras codificado para un sector determinado de la sociedad. Por otra parte intenta efectuar un quiebre entre lo que era el entorno antes de (en su cotidianeidad) y durante la intervención.
El graffiti es la intervención artística urbana que intenta transformar el entorno de un sector determinado mediante el lenguaje de la pintura.
No es un medio convencional o académico, ni tampoco cien por ciento democrático o exento de contradicciones. Por ejemplo, no existe graffiti sin firma, ya que el solo hecho de rayar una muralla es un acto político, y su fin principal es evidenciar una idea determinada que siempre va a remitir a un grupo etáreo determinado. Cuando la firma es explícita esta puede dividirse a su vez en codificada y decodificada. La decodificada es el nombre escrito con palabras propias de nuestro lenguaje, y la codificada es generalmente una palabra transformada hasta tal punto que las letras no se entienden como tal, sino que se imbrican unas a otras para dar paso a un signo distintivo de una persona o colectividad equis. En ocasiones el graffiti consiste solamente en la firma, que en el caso de estar codificada hace que el espectador solo pueda acceder a la mitad del todo de la obra, pues debe quedarse solo con la abstracción de la visualidad y privarse del significado de esta.
Aunque es en la figuración cuando el graffiti muestra su faceta más social, más cercana a la cognición de la gente, al goce estético de los que no van a la galería, es en la abstracción cuando exhibe su mayor riqueza, su lado más soberbio.
Si hubiera que nombrar dos referentes directos para este trabajo estos serían: el muralismo mexicano y Roberto Matta.
Del primero hereda el trasfondo social, la idea primera de valerse de un muro para exhibir un mensaje en gran formato a forma de denuncia generalmente, para que una idea o suceso sea de conocimiento público.
Del segundo hereda el imaginario supraterrenal, el goce de trastocar la forma en pos del color, el intento de evasión del entorno cotidiano mediante el imaginario supraterrenal.
El graffiti entonces es forma trastocada, pero ante todo color en gran formato para ser exhibido ante las masas.
El graffiti es color evidente, color plano sin sombras arrojadas, recibiendo luz casi exclusivamente de una sola fuente emisora: un sol de color blanco. Cada color existe por si mismo sin tener repercusión en su entorno. Los preceptos de los impresionistas no tienen eco en la ordenación de los colores dentro de los márgenes del muro.
El mural invoca a Pollock una y otra vez, tanto en sus virtudes como en sus falencias. La ordenación arbitraria de los colores en Pollock es la ordenación arbitraria de las formas en el graffiti. La gran limitante del graffiti es la factura, de la que Pollock hace gala. Pero Pollock no posee esa estridencia del graffiti, lo que podría ser para algunos un demérito, y para otros una virtud.
Pollock también adopta el gran formato que supera nuestro campo visual más la figuración inexistente. Una impenetrable muralla de colores, es en Pollock una impenetrable muralla de materia. La poética del arte por el arte, es la democratización del goce estético en el graffiti.
En la calle Padre Hurtado, entre San Martín y Cochrane de la ciudad de Concepción existe un gran mural como un gran muro de los lamentos del imaginario callejero. Este gran muro de colores en otrora se extendía a lo largo de dos cuadras, interrumpido por la calle cochrane terminaba finalmente en la calle Chacabuco. El terremoto demolió esta última sección.
El mural callejero, a diferencia del muro norte de la Industria de Detroit, o el mismo mural de la pinacoteca de la universidad de Concepción es tan efímero como la performance. Es una manifestación espontánea con fecha de expiración incierta. Expuesto al deterioro producto de las inclemencias del clima, a las mismas leyes que lo vieron nacer: ser un muro de nadie y por tanto permeable a la modificación, a desaparecer por tal o cual motivo, el mural o su soporte. Punto aparte es la incompatibilidad entre graffiti y propiedad privada, la contradicción que se produce en una revolución cuando esta presenta aspectos que van en detrimento de los civiles, y especialmente el sector humilde de esos civiles.
El mural callejero encuentra su máxima expresión cuando se manifiesta en una pared de nadie y la transforma en una pared de todos. Cuando se materializa como un acto desinteresado en pos del bien común.
Hace algún tiempo atrás y bajo varias capas de pintura se descubrió en Chile un mural que habría pintado Roberto Matta. El pintor de lienzos en cierto momento de su carrera sintió la misma necesidad que invade a los muralistas callejeros, interactuar directamente con la calle, interactuar directamente con la gente.
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