Un hombre tiene solamente 3 buenas ideas en su vida, el mago de la lámpara solo concede 3 deseos y un hombre antes de morir debe hacer 3 cosas: tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro.
La idea es el deseo hecho realidad. La realidad exige transformaciones. La realidad exige ideas que lleven a cabo esas transformaciones: aumento de la población o ideas exponenciales, árboles o la incompatibilidad de las ideas con la extinción y libros o la necesidad de que las buenas ideas se hagan masivas.
Toda una vida de trabajo se materializa en un solo instante. Una idea es como la punta de un gran iceberg hundido bajo el mar. Aunque el barco no se va a hundir gracias a la cúspide sino por el cuerpo sólido subyacente.
No se cuales habrán sido las otras dos ideas de Pollock, ni los árboles que plantó o si habrá tenido algún hijo. Lo que sí me importa de sobremanera es lo que dice su libro.
Toda una existencia para una sola gran idea.
Al analizar los últimos diez años de Vincent o los diez años previos a Numero I (1948) de Pollock son inevitables las comparaciones odiosas entre la primera y la última obra. Es ineludible también esa idea de una gran idea, que suena un tanto utópica, e ingenua para quienes la oyen de otro. Por otra parte, no suena tan utópico decir que la idea está íntimamente ligada al deseo y que la idea es el fin del proceso. En un extremo está el deseo y en el otro la idea, y entre medio está el camino del alcoholismo, la autoflagelación, la soledad y por sobre todo del fracaso. Fracaso tras fracaso es como se llega a un gran descubrimiento. Todas las obras que anteceden a la gran meta son ensayos previos. Los que alcanzan la gran idea son los que recorren aquel largo camino y no se mueren antes. La misma razón que nos hace hombres es la que no permite que mi escrito sea una ley, la muerte me priva de la constante a la que apuesto mi vida: todos los que recorren ese gran camino deberían llegar a la meta si es que vivieran los años que requiere su empresa ¿Cuantos Pollock habrán muerto el año antes de su Número I (1948)?
La idea es el deseo hecho realidad. La realidad exige transformaciones. La realidad exige ideas que lleven a cabo esas transformaciones: aumento de la población o ideas exponenciales, árboles o la incompatibilidad de las ideas con la extinción y libros o la necesidad de que las buenas ideas se hagan masivas.
Toda una vida de trabajo se materializa en un solo instante. Una idea es como la punta de un gran iceberg hundido bajo el mar. Aunque el barco no se va a hundir gracias a la cúspide sino por el cuerpo sólido subyacente.
No se cuales habrán sido las otras dos ideas de Pollock, ni los árboles que plantó o si habrá tenido algún hijo. Lo que sí me importa de sobremanera es lo que dice su libro.
Toda una existencia para una sola gran idea.
Al analizar los últimos diez años de Vincent o los diez años previos a Numero I (1948) de Pollock son inevitables las comparaciones odiosas entre la primera y la última obra. Es ineludible también esa idea de una gran idea, que suena un tanto utópica, e ingenua para quienes la oyen de otro. Por otra parte, no suena tan utópico decir que la idea está íntimamente ligada al deseo y que la idea es el fin del proceso. En un extremo está el deseo y en el otro la idea, y entre medio está el camino del alcoholismo, la autoflagelación, la soledad y por sobre todo del fracaso. Fracaso tras fracaso es como se llega a un gran descubrimiento. Todas las obras que anteceden a la gran meta son ensayos previos. Los que alcanzan la gran idea son los que recorren aquel largo camino y no se mueren antes. La misma razón que nos hace hombres es la que no permite que mi escrito sea una ley, la muerte me priva de la constante a la que apuesto mi vida: todos los que recorren ese gran camino deberían llegar a la meta si es que vivieran los años que requiere su empresa ¿Cuantos Pollock habrán muerto el año antes de su Número I (1948)?
No hay comentarios:
Publicar un comentario